domingo, 30 de octubre de 2011

El protagonismo mata el apostolado

Se impone un discerniminto, dado que este tema es más delicado. ¿Qué considerar como protagonismo? Sería aquella forma de actuar y aquel talante que mueve al sujeto a realizar las diversas tareas pastorales y de apostolado con el único fin de aparecer delante de los demás como bueno y justo, o buscando la gratificación fácil del aplauso y del reconocimiento de los demás.


    Suele ser una tentación clara y evidente: lucirse, figurar, acaparar. Esta tentación induce a buscar tareas y apostolados que lucen y que se realizan a los ojos de todos: difícilmente se sentirá a gusto realizando actividades escondidas y humildes, sean las que sean, sino que se escabullirá o las dejará apartadas. Se molestará y tomará muy mal que se busquen más personas que colaboren porque sentirá que entran en su "territorio". Es persona que suele orar poco, pero siempre está en la sacristía perdiendo el tiempo y disponiendo sobre todo... o sentado en el despacho parroquial acaparando al sacerdote. Va de católico "de toda la vida", pero sólo vive con un barniz muy superficial. Usa el apostolado como plataforma, en cierto modo social, para que se le reconozca de algún modo.
Esta tentación es distinta a la humildad de realizar el apostolado o las tareas pastorales por puro amor de Jesucristo, aunque se realicen delante de los demás, y distinta de la actitud sana del quiere que el ministerio encomendado salga a flote aunque le exija más trabajo y todo lo tenga que realizar él solo.

    El que cede al protagonismo no busca la gloria de Jesucristo, sino su propia gloria; no busca alabar y servir a Dios, sino que lo alaban a él. Y cuando los motivos del querer y del actuar no son rectos, destruye de raíz todo germen bueno que se pudiese contener en aquel “apostolado de lucimiento y vanidad”. "El que se gloríe, que se gloríe en el Señor" (1Cor 1,31).


sábado, 29 de octubre de 2011

Los santos son pura exégesis

La Palabra de Dios es riquísima, multifome misterio de la sabiduría de Dios, del inagotable Misterio.

Las Escrituras requieren su estudio o interpretación -se llama exégesis- que puede ser de múltiples formas, con diferentes métodos, desde distintos puntos de vista. Los biblistas y los teólogos bíblicos se dedican a ello. Y es bueno que así sea, porque la Palabra es un manantial que nunca se seca y cada generación debe beber de ella el Agua pura.

Pero... Pero hay una forma de exégesis sublime y no humana, sobrenatural y no científica, que es la exégesis viva. El Espíritu Santo realiza esa exégesis cuando hace surgir en la Iglesia un santo. Éste queda impactado por la Palabra de Dios, por alguna de sus Palabras, por un versículo especial, definitivo, que lo transforma, lo dirige, lo reorienta y da forma a su propia vida.

"Los santos son los verdaderos intérpretes de la Sagrada Escritura. El significado de una expresión resulta mucho más comprensible en aquellas personas que se han dejado ganar por ella y la han puesto en práctica en su vida. La interpretación de la Escritura no puede ser un asunto meramente académico ni se puede relegar a un ámbito exclusivamente histórico. Cada paso de la Escritura lleva en sí un potencial de futuro que se abre sólo cuando se viven y se sufren a fondo sus palabras" (Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret..., p. 106).

Los santos son interpretación viva de los diferentes pasajes y versículos de la Escritura, pero una exégesis que la hace el Espíritu Santo grabando a fuego ese versículo en la existencia completa del santo. Éste ha penetrado en el abismo del Misterio y un solo versículo le ha abierto horizontes antes vedados, insospechados para él, y ha seguido ese camino en su vida. Nosotros hoy, al leer la vida de un santo con una mirada de fe, vemos cómo la Palabra de Dios es interpretada por la vida misma de un santo.

A cada uno, por así decir, le corresponde ser la traducción e interpretación de un versículo. San Francisco de Asís es la exégesis radical de "Dichosos los pobres en el espíritu..."; San Francisco Javier: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio"; san Juan Bosco: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí...", etc.

A nosotros, conocer la Palabra de Dios interpretada por la vida de un santo.


jueves, 27 de octubre de 2011

Desarrollo y crecimiento de la Iglesia (catequesis)

La Iglesia crece y se desarrolla como Cuerpo de Cristo que está vivo, real, en la historia.

Su crecimiento es orgánico y en él hay desarrollo, pero no hay lugar para las rupturas. El sujeto-Iglesia es el mismo porque es el que el Señor ha preparado. Esa identidad del sujeto-Iglesia se mantiene a lo largo de los siglos pero unido a su crecimiento. Es "la continuidad del sujeto-Iglesia que el Señor nos dado", en palabras del papa Benedicto XVI en el discurso a la Curia (22-12-2005), tan mal interpretado y peor citado (por ejemplo, no habla de "hermenéutica de la continuidad" sino de "hermenéutica de la reforma en la continuidad del único sujeto-Iglesia que el Señor nos ha dado"; pero nadie parece darse cuenta de dónde están los acentos, aferrados ellos a la mera continuidad y a su continuismo).

El crecimiento de la Iglesia se presenta como el desarrollo de un Cuerpo vivo que está en la historia; si se detiene el crecimiento en todos los sentidos (en un Concilio, en una época, en una estética), la Iglesia como Cuerpo estaría fosilizada y por tanto muriéndose.

"Pertenece a este tema la idea del desarrollo y, por ello mismo, del dinamismo histórico de la Iglesia. Un cuerpo permanece idéntico a sí mismo precisamente por el hecho de que en el proceso de la vida se renueva continuamente. Para el cardenal Newman, la idea de desarrollo llegó a ser el auténtico puente de su conversión al catolicismo. Creo que, en efecto, esta idea forma parte del acervo de conceptos decididamente fudnamentales del catolicismo, que no han sido todavía objeto de la consideración que se merecen, aunque también aquí corresponde al Vaticano II el mérito de haberla formulado solemnemente, por vez primera, en un documento magisterial. Quien se atiene únicamente al valor literal de la Escritura o a las formas de la Iglesia de los Padres, recluye a Cristo en el "ayer". La consecuencia es entonces, o bien una fe del todo estéril, que nada tiene que decir al hombre de hoy, o bien una actitud arbitraria, que salta por encima de dos mil años de historia, arrojándolos al cubo de basura de las equivocaciones, y trata ahora de reflexionar cómo debería presentarse el cristianismo según la Escritura o según Jesús. Pero el resultado sólo puede ser un producto artificial de nuestro propio hacer, que no tiene en sí consistencia alguna. Una identidad real con el origen sólo puede darse allí donde se da al mismo tiempo aquella viviente continuidad que desarrolla el origen y, precisamente de este modo, lo protege"

(Ratzinger, Iglesia, ecumenismo y política, pp. 9-10).

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Qué os parece? Plan de formación litúrgica en parroquias

El otro día, tomando un café con un sacerdote amigo, de esos sacerdotes de peso y autoridad moral de verdad, ya mayor, me lanzó un reto.


Él decía que es muy necesaria una "iniciación a la liturgia en la vida parroquial" y que ahora tendría que pensar cómo abordar este punto, qué materiales preparar, cómo hacerla, incluso esperando la publicación de algún libro. Me lo señaló y propuso como un reto.

Desde entonces, a ratos, lo pienso..., y es verdad que tengo material acumulado e ideas, pero tanto como ofrecer algo sistemático, un plan de formación, no. De ahí que recurro también a vosotros, os pongo a pensar, y os animo a vuestras sugerencias. Vosotros, en vuestras parroquias, con vuestra experiencia particular, ¿cómo articularíais una "iniciación a la liturgia en la vida parroquial"?

martes, 25 de octubre de 2011

Aplicaciones trinitarias

Dios es Amor, Dios es Comunión.

Tan Amor y tan Comunión, como que Dios es Trinidad de Personas: El que ama, el Amado y el Amor mismo. Es insondable, ciertamente. Y la misma estructura trinitaria revela la estructura del mundo, del hombre y de la Iglesia tendentes siempre a la Comunión entre los distintos, al Amor entre las personas.

Mala comprensión del cristianismo tendremos si pensamos en Dios como Uno y Unitario, aislado en sí mismo. Por ser Trinidad, es Amor, en mutua donación de Personas, no es soledad e independencia. Miremos al Misterio:

"Toda la revelación se resume en estas palabras: "Dios es amor" (1Jn 4, 8.16); y el amor es siempre un misterio, una realidad que supera la razón, sin contradecirla, sino más bien extendiendo sus posibilidades. Jesús nos ha revelado el misterio de Dios: él, el Hijo, nos ha dado a conocer al Padre que está en los cielos, y nos ha donado el Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo. La teología cristiana sintetiza la verdad sobre Dios con esta expresión: única sustancia en tres personas. Dios no es soledad, sino comunión perfecta. Por eso la persona humana, imagen de Dios, se realiza en el amor, que es don sincero de sí" (Benedicto XVI, Ángelus, 22-mayo-2005).

1) La realidad entonces del Misterio de Dios-Trinidad configura y ofrece una visión: el centro de todo es la caridad-ágape. El cristianismo es amor. Su lenguaje es del amor; la oferta de la Verdad, es una oferta de amor; el anuncio del Evangelio se hace por un gran amor que busca que todos conozcan a Cristo, se encuentren con Él. No hablamos, desde luego, del amor como mero sentimiento y el lenguaje emotivo de hoy. Hablamos de un Amor que brota de Dios mismo. Pero a veces este Amor, esta Caritas, no brilla resplandeciente con nuestros lenguajes, condenatorios, ácidos, de un fervor por la ortodoxia que no es "amable" ni "razonable". Pero a veces este Amor, esta Caritas, tampoco brilla resplandeciente cuando le cedemos la primacía al sentimiento, al emotivismo, que pensamos que es lo que llena al hombre, cuando lo deja encerrado en sus límites afectivos y subjetivistas.


domingo, 23 de octubre de 2011

Sobre el hombre y la civilización del amor

Sólo un hombre nuevo, renovado por la gracia de la redención de Cristo, puede construir algo nuevo y valioso; sólo un hombre nuevo puede edificar una cultura y una civilización nuevas, la "civilización del amor" según el término acuñado por Pablo VI. 

El mundo, la cultura, la sociedad, no se cambian a base de leyes, como si las leyes por sí mismas fueran buenas por el mero hecho de ser promulgadas (iuspositivismo) al margen de la moralidad: sobran los ejemplos. Incluso las leyes más justas quedarán en nada si el hombre no se ha hecho a sí mismo justo (por la Gracia de Dios). Las diferentes estructuras de pecado existentes no se solventan con la promulgación de leyes, porque éstas serán de nuevo vulneradas si el hombre no es bueno ni se va haciendo bueno. El problema es más radical, el problema es la conversión y la transformación del hombre y entonces la vida social mejora buscando el Bien.

La homilía de Pablo VI al clausurar el Año Santo de la Reconciliación, en 1975, une, con insuperable estilo, estas dos realidades. Primero el hombre nuevo, convertido:

Nos, hemos dado a aquel rito de la apertura de la Puerta Santa un doble significado simbólico, pero tremendamente real, el de la necesidad de obtener un perdón, sin el cual una barrera de desesperación obstaculizaría nuestra entrada en el templo de Dios. Nos, hemos en efecto reconocido nuestra angustiosa y existencial necesidad de recomponer nuestra relación normal y feliz con el Dios vivo; hemos experimentado espiritualmente así nuestra incapacidad absoluta de transformar por nosotros solos en amistad vital tal indispensable relación; hemos rozado con el vértigo del miedo el abismo de un fatal ruina; hemos osado, nosotros hombres de este espléndido y babélico siglo, trepidante y animoso, llamar a la puerta, por nosotros mismos desierta, de la casa paterna, es decir, del reavivamiento de la economía del Evangelio, el de la reconciliación con la armonía primaria, contigo, oh Dios de la justicia y de la bondad.

sábado, 22 de octubre de 2011

Humildad con los demás

El cimiento firme para la vida comunitaria es la humildad, tanto en el matrimonio y familia, como en la parroquia o comunidad, en el Seminario o en el Monasterio. El amor propio y la soberbia debilitan y destruyen la vida fraterna en concordia, el solo corazón y la sola alma de los hermanos caminando hacia Dios.

Considerar a los demás como hermanos, o, como señala S. Pablo, "superiores a ti", es el ejercicio de la humildad fraterna. Es más fácil de lo que nos parece: cuando uno mira la miseria y pecados del propio corazón, los demás no aparecerán jamás como peores, sino siempre como superiores. Cada uno conoce su corazón, su miseria y esto engendra humildad verdadera y no fingida. Entonces la vida fraterna es posible. Los modos en que vivir y ejercitar esta humildad con los demás son muy variados, e imprescindibles. La concordia elaborada por la humildad es el cielo, la desunión amasada con la soberbia y el orgullo es el infierno para la vida en común con los demás.

1. Humildad en las relaciones fraternas

    En el campo de las relaciones entre hermanos, se aplica la humildad partiendo, entonces, del convencimiento de que yo no tengo la razón, sino, si me preguntan, dar mi opinión en aquello que se me pregunte. El orgullo nos invita a creer que siempre tenemos razón y que, con altivez, podemos hablar de todo, opinar de todo, juzgarlo todo. Esta humildad nos permitirá ser receptivos y aprender de todos, edificarnos con lo bueno de todos.

2. Humildad vivida en la obediencia

    La obediencia incondicional al legítimo superior (en general según donde uno viva su vida cristiana) sin discutir ni exigir nada, sin sonrisas falsas e hipócritas, ni comentarios en voz baja, sin criticar siempre todo mandato o decisión del superior.

    También la obediencia discreta y callada al horario de la vida común, a los tiempos de trabajo y plegaria, al descansar juntos, reír y charlar para compartir.   

3. Humildad que busca el bien de todos

    Se sigue en la vida fraterna el precepto paulino: hacerse todo a todos, reír con el que ríe, llorar con el que llora, llevar los fuertes las cargas de los débiles. Se busca el bien, tratando con sencillez a los hermanos, irradiando amor. Se reza por todos y cada uno de las hermanos. Se respeta el tiempo de silencio para no molestar el descanso y se procura no distraer a los demás mientras trabajan. En definitiva, el respeto...

    Jamás escandalizamos a nadie, ni a ninguno hermano juzgando, o llevando y trayendo chismorreos o criticando, sino en todo queriendo ser instrumento de la gracia de Dios para todos.

4. Humildad en la lengua

    ¿Cómo -pregunta el Apóstol Santiago en su Epístola- la lengua puede alabar a Dios y juzgar al hermano (cf. 3,9)? Es un constante campo de batalla donde vencernos, porque el mal uso de la lengua proviene de nuestro orgullo. Se trata, pues, de una férrea disciplina para no viciar la vida espiritual de la familia, de la comunidad o de la parroquia.

    La maledicencia se da cuando, movidos por motivos impuros, comunicamos a los otros los errores del hermano, independientemente del hecho de que el contenido de las palabras sea verdadero o falso. La crítica se produce cuando manifestamos a otros, o a nosotros mismos, un juicio de condenación referente a la persona. Son dos pecados gravísimos en la vida. Un Padre del desierto, Doroteo de Gaza, enseña:

viernes, 21 de octubre de 2011

La oración (textos isidorianos)

1. Éste es el remedio para el que es asediado por el incentivo de los vicios: aplicarse a la oración cuantas veces le asalta algún vicio, ya que la oración frecuente neutraliza el ataque de éstos.

2. Conviene aplicar nuestro ánimo a la oración y la súplica con tal perseverancia, que lleguemos a superar con firmísima voluntad las molestas sugestiones de los deseos carnales que se insinúan a través de los sentidos, e insistir todo el tiempo hasta que las venzamos con nuestra tenacidad, ya que una súplica negligente ni siquiera logra conseguir de los hombres lo que desea.


3. Cuando uno ora, invoca la asistencia del Espíritu Santo. Mas tan pronto como él llega, al punto se desvanecen las tentaciones de los demonios que asaltan al alma humana al no poder soportar la presencia de Aquel.


4. Orar es propio del corazón, no de los labios, pues Dios no atiende a las palabras del que suplica, sino mira al corazón del que ora. Pero si el corazón ora en secreto y la voz se calla, aunque (la plegaria) se oculte a los hombres, no puede ocultarse a Dios, que está presente en la conciencia. Efectivamente, es preferible orar interiormente en silencio, sin sonido de palabras, que con solas las palabras, sin aplicación de la mente.


5. Nunca se ha de orar sin lágrimas, pues el recuerdo de los pecados engendra aflicción; mientras oramos recordamos las culpas, y entonces nos reconocemos más culpables. Así, pues, cuando comparecemos ante Dios, debemos gemir y llorar al acordarnos cuán graves son los crímenes que cometimos y cuán terribles los suplicios del infierno que tememos.


jueves, 20 de octubre de 2011

Personal (a los miembros del blog)

Por un lado pensaba que era justo, por el otro me parecía improcedente. Pero pesa en mí un criterio pastoral-sacerdotal: vamos formando una familia en el blog, una comunidad católica virtual (presidida por mí, indigno siervo, que diría la liturgia), y vamos compartiendo muchas cosas, muchos elementos de nuestra vida, de nuestra trayectoria y experiencia cristiana.


Pues, hermanos míos, os cuento algo de la defensa de la tesina sin más pretensión que la del compartir fraterno. Creo, además, que muchos de vosotros os alegraréis sabiendo algo más extenso, ya que habéis vivido todo esto muy de cerca, como familia católica.

¿Y por dónde empezar?

Primero... dar gracias, como la liturgia siempre comienza dando gracias, eucaristizando.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Lo primero y lo secundario (pongamos orden en la pastoral)

A veces las fuerzas se debilitan en las cosas secundarias del cristianismo, entendiendo secundarias no como relativas, sino como aquellas realidades que han de ir en segundo lugar; y lo primero, lo que es realmente prioritario en el cristianismo, a veces lo damos por conocido, o por suficiente. Dicho con el refranero: construimos la casa por el tejado.

¿Qué es lo primero?

Siempre, realmente siempre, llevar a la persona de la mano para que se encuentre cara a cara con Jesucristo (en la oración, en la liturgia, en la predicación, en un retiro, en un cursillo de cristiandad... ¡en todo lo que se haga!), porque el encuentro con Cristo es donde nos lo jugamos todo. Ahí sale uno feliz, pleno, transformado. El Evangelio es un relato maravilloso de encuentros con Cristo, y la narración de cómo salieron transformados de aquel encuentro.

¿Qué es lo secundario?

Lo que viene después es que la persona se "rehace", se construye de nuevo, alcanzando una personalidad cristiana. Ésta incluye una mentalidad cristiana que le permite discernir según el Espíritu todas las realidades. Y esta personalidad cristiana incluye la moral, la ley nueva que ilumina la conciencia y la forma y la lleva a actuar según Cristo. Pero esto es fruto de quedar transformado cuando uno se sitúa ante Cristo y se sabe amado, perdonado y redimido por Él.

Estos puntos son fundamentales para orientar no sólo la pastoral, la formación y la evangelización, sino también para el propio lenguaje cristiano y para la formulación de la teología y pensamiento cristianos. Primero es conducir al hombre hasta que se encuentre personalmente con Jesucristo y quede impactado; y fruto del estupor de este encuentro, ayudarle en el proceso de conversión y seguimiento.

lunes, 17 de octubre de 2011

Ser cristiano es ir contracorriente

Lo queramos o no, el cristianismo nos pone en una tesitura irrenunciable: vamos contracorriente.

Lo normal (y es buen síntoma) es que nos miren de forma extraña porque ni somos del mundo ni podemos vivir, pensar y actuar como el mundo. Dicho al revés, si nuestra vida no es provocativa, ¿no será que el cristianismo en nosotros puede ser algo superpuesto que nos lo quitamos según interese? ¿No será porque nos habremos acomodado al mundo? Entonces para unas pocas cosas somos cristianos, y para otras muchas vivimos y opinamos como lo hace todo el mundo.

Pero tengamos claro que ser cristiano es ir contracorriente, y que todo el mundo no nos va ni a entender ni a apoyar, sino por el contrario, se nos intentará ridiculizar o reducir al silencio; se nos pondrán etiquetas ("muy antiguo", "muy recto"...) mientras el mundo que así nos califica gira y gira a velocidad de vértigo devorándolo todo.

El cristiano va contracorriente: su forma de vivir la relación con el dinero no es la de la ambición y aprovecharse de todos, sino que relativiza el dinero; la forma de vivir la sexualidad no es la de la pasión instintiva, la contracepción y el aborto (o la píldora RU-486), sino la santidad del matrimonio y la sexualidad; su forma de divertirse no es la del "botellón", el fin de semana de locura...; su forma de trabajar profesionalmente no es sólo buscar el sueldo y cumplir de forma mediocre, sino la de santificarse en el trabajo aunque los compañeros no lo hagan... ¡Es casi todo al revés! Es ir contracorriente. porque busca y vive según lo verdadero, lo bueno, lo bello y no puede conformarse con menos.

"¿También vosotros queréis marcharos?". Esta inquietante provocación resuena en el corazón y espera de cada uno una respuesta personal. Jesús, de hecho, no se contenta con una pertenencia superficial y formal, no le basta una primera adhesión entusiasta; es necesario, por el contrario, participar durante toda la vida en "su pensar y querer". Seguirle llena el corazón de alegría y san sentido pleno a nuestra existencia, pero comporta dificultades y renuncias, pues con mucha frecuencia hay que ir contra la corriente (Benedicto XVI, Ángelus, 23-agosto-2009).
 La fe católica, la adhesión cordial a Cristo, hace nacer en todos un nuevo estilo de vida, una mentalidad nueva, y una afectividad nueva, libre, madura: si hay que nada contra la corriente, no nos faltará la fuerza del Espíritu Santo.

Pero ¡qué peligroso es hoy día el pensar como el mundo! Da tristeza profunda ver a católicos que comulgan el domingo pero luego viven como el mundo: ven el aborto como una ayuda a la mujer y a su promoción, aceptan la eutanasia por misericordia sentimental al enfermo, viven para el dinero, para tener..., aceptan el divorcio como lo más normal del mundo, el uso de la sexualidad es desenfrenado, porque es lo que ven en el mundo... y la fe la dejan en el rincón del sentimiento para los domingos.


domingo, 16 de octubre de 2011

Normas del ritual para el Culto a la Eucaristía fuera de la Misa

    Éstos son los principios, entonces, tanto teológicos y espirituales como litúrgicos, que orientan cómo organizar la adoración comunitaria en la exposición prolongada.

    -En los signos externos debe expresar su relación con la Misa (Eucharisticum Mysterium, n. 60): número de velas, exorno floral, el altar como lugar habitual de la exposición, etc., por tanto las velas y cirios no tienen que entorpecer ni el paso ni la visión de la custodia...

    -Acomodada a la índole litúrgica de cada tiempo (cf. SC 119), por ejemplo en el canto inicial que el Ritual no determina que sea explícitamente eucarístico sino sugiere más como canto de entrada: “congregado el pueblo, que puede entonar algún canto, si se juzga oportuno, el ministro se acerca al altar” (RCCE, n. 93), en las lecturas que se escojan, etc.

    -El silencio es un elemento fundamental (cf. Eucharisticum Mysterium, n. 62) para orar, interiorizar y adorar personalmente en común, superando el verbalismo pseudo-catequético con el que se reviste la liturgia habitualmente. Tan importante es este silencio que se le llama “silencio sagrado” (ibíd.). No se concibe exponer el Santísimo, rezar preces, oraciones y demás, e inmediatamente dar la Bendición sin haber dejado un amplio espacio de silencio para orar personalmente ante Cristo Eucaristía.

    -La adoración eucarística está centrada sólo en Jesucristo y no como tiempo para practicar ejercicios piadosos en honor de la Virgen María o de los santos. La normativa litúrgica es clara: “Durante la exposición todo debe organizarse de manera que los fieles, atentos a la oración, se dediquen a Cristo, el Señor” (Eucharisticum Mysterium, n. 62). El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia dice: 
“En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los santos” (n. 165). 

sábado, 15 de octubre de 2011

La oración cristológica (Sta. Teresa de Jesús)

No cabe duda: la oración teresiana es una oración cristológica, es decir, tiene como centro a Cristo, trata con Cristo, ama a Cristo. Así vivió santa Teresa de Jesús, así expresó su experiencia en sus escritos y así educa en la oración a sus hijas y a nosotros, si queremos conocer su obra.

La oración teresiana es una oración cristológica. Sería un absurdo para santa Teresa considerar la oración como una relajación, un ejercicio de yoga, un nirvana del vacío, para acallar sus deseos y negando su propia humanidad, ponerse en conexión con el Cosmos o el Universo. Cuando hoy se pretende encasillarla en la mística y relacionarla con el budismo, el yoga, las corrientes orientales de meditación y la New Age, se escoge un camino equivocado. La mística cristiana ni es vacío ni es acallar o negar los deseos del corazón, sino tratar con Cristo, en amor y amistad, en una relación personal, con lo que cada uno es, con sus deseos, su trayectoria de vida, su humilde petición.

Cristo está en el centro de la oración teresiana. Conocemos bien su definición de oración: "estar tratando de amistad muchas veces estando a solas con quien sabemos nos ama" (V 8,5). El camino es Cristo para llegar al Misterio de Dios, su Humanidad sacratísima. Este camino lo recorre Teresa de Jesús gozosísima.

Ya en su época, algunos querían prescindir de Cristo como de un estorbo y llegar a la contemplación de Dios directamente para adquirir un grado de contemplación más 'puro'. Responde ella:

"No sé yo bien por qué dicen "iluminativa"; entiendo que de los que van aprovechando. Y avisan mucho que aparten de sí toda imaginación corpórea y que se lleguen a contemplar en la divinidad; porque dicen que, aunque sea la Humanidad de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que embaraza u impide a la más perfecta contemplación. Train lo que dijo el Señor a los Apóstoles cuando la venida del Espíritu Santo -digo cuando subió a los cielos- para este propósito... Porque les parece que, como esta obra es espíritu, que cualquier cosa corpórea la puede estorbar u impedir; y que considerarse en cuadrada manera y que está en todas partes y verse engolfado en Él, es lo que han de procurar.

viernes, 14 de octubre de 2011

Respeto y cuidado del leccionario

Sabemos bien que: 

"La Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el mismo culto, la palabra de Dios y el misterio eucarístico, y quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este proceder" (OLM 10).
Es por eso que no podemos olvidarnos de la Palabra de Cristo, ni tratar el leccionario como un libro cualquiera, mal encuadernado, o con páginas sueltas o sucias de tantos años, que se deja en cualquier sitio y se trata de cualquier forma, sino con una veneración semejante al respeto que la Iglesia profesa al Cuerpo sacramental del Señor.

    Por su categoría de signo, el leccionario tiene un especial valor y tratamiento, que se puede concretar en:

        1. Usar el leccionario en la liturgia, no una Biblia o folletos o fotocopias. La liturgia tiene también una estética y una Biblia o unas fotocopias  no tienen la misma dignidad y belleza que un leccionario para la celebración litúrgica. Si hubiera que usarlas (algo realmente excepcional, desde luego), al menos insertarlas en un leccionario.

        2. Una buena encuadernación. Las hojas limpias, sin doblar. La portada bien encuadernada, no rota, etc., etc., por ser signo de la Presencia de Cristo.

        3. El trato al leccionario. Su lugar es el ambón, y, fuera de la celebración litúrgica, algún sitio o armario reservado exclusivamente a los leccionarios, casi como "un sagrario de la Palabra". En la celebración litúrgica, el leccionario no se puede poner encima de una silla o en un rincón en el suelo, tras la liturgia de la Palabra, o guardarlo después del Evangelio en esos ambones-armarios horrorosos. Más bien, por ejemplo, después de la lectura del Evangelio, el presidente, sentado en la sede, con el leccionario en la mano, hace la homilía y, tras el silencio de la homilía, el acólito o el mismo presidente devuelve, con dignidad, el leccionario al ambón y lo deja abierto...

        4. Tener todos los leccionarios. A lo mejor todos no se usan (aunque sería extraño), pero todos hay que tenerlos. Bien encuadernados, limpios y cuidados, dispuestos para las celebraciones litúrgicas y para otras celebraciones que no sean litúrgicas.

        5. La traducción "oficial" es la del leccionario. No se pueden usar Biblias en la liturgia. Y no se puede hacer por el signo, por la traducción que puede ser más enrevesada que en un leccionario, porque le falta el comienzo de la lectura (¡y a veces se olvida hacerlo!). Si hay que escoger una lectura concreta para una celebración, se busca la cita bíblica en el índice bíblico que tiene el leccionario al final, y se escogen las lecturas, pero no hay porqué usar biblias en la celebración.

Nos ilumina en ello la Ordenación del Leccionario de la Misa al decir:
 "Los leccionarios que se utilizan en la celebración, por la dignidad que exige la palabra de Dios, no deben ser substituidos por otros subsidios de orden pastoral, por ejemplo, las hojas que se hacen para que los fieles preparen las lecturas o para su meditación personal" (OLM 37).

jueves, 13 de octubre de 2011

Los santos teólogos son modelo para la teología

Muchas de las catequesis del papa Benedicto XVI ofrecen una reflexión muy profunda sobre qué es la teología, cuál la misión del teólogo, de qué tipo es el procedimiento teológico. Esto en unos momentos de la Iglesia en que la teología se arrincona y se ve sospechosa de todo, una pérdida de tiempo ante "el tajo pastoral", una reducción a ser mero altavoz del magisterio (con obsesión por la "doctrina", aversión a cualquier lenguaje teológico nuevo o una nueva luz).

La audiencia general sobre san Anselmo -como otras que se podrían citar- ilustra la naturaleza de la teología y el método teológico.

"Dios, te lo ruego, quiero conocerte, quiero amarte y poder gozar de ti. Y si en esta vida no soy capaz de ello plenamente, que al menos cada día progrese hasta que llegue a la plenitud" (Proslogion, cap. 14). Esta oración permite comprender el alma mística de este gran santo de la época medieval, fundador de la teología escolástica, al que la tradición cristiana ha dado el título de "doctor magnífico", porque cultivó un intenso deseo de profundizar en los misterios divinos, pero plenamente consciente de que el camino de búsqueda de Dios nunca se termina, al menos en esta tierra. La claridad y el rigor lógico de su pensamiento tuvieron siempre como objetivo "elevar la mente a la contemplación de Dios" (ib., Proemium). Afirma claramente que quien quiere hacer teología no puede contar sólo con su inteligencia, sino que debe cultivar al mismo tiempo una profunda experiencia de fe. La actividad del teólogo, según san Anselmo, se desarrolla así en tres fases: la fe, don gratuito de Dios que hay que acoger con humildad; la experiencia, que consiste en encarnar la Palabra de Dios en la propia existencia cotidiana; y por último el verdadero conocimiento, que nunca es fruto de razonamientos asépticos, sino de una intuición contemplativa. Al respecto, para una sana investigación teológica y para quien quiera profundizar en las verdades de la fe, siguen siendo muy útiles también hoy sus célebres palabras: "No pretendo, Señor, penetrar en tu profundidad, porque no puedo ni siquiera de lejos confrontar con ella mi intelecto; pero deseo entender, al menos hasta cierto punto, tu verdad, que mi corazón cree y ama. No busco entender para creer, sino que creo para entender" (ib., 1). 


miércoles, 12 de octubre de 2011

En el día del Pilar

Preciosas las preces que la Liturgia de las Horas ofrece para orar en este día. El oficio es propio de España, lógicamente, y es un oficio completo en sus textos para la edición española de la Liturgia de las Horas.


Pedimos al Señor en este día y elevamos nuestras súplicas por intercesión de María santísima del Pilar. De forma particular, en las Laudes, encomendamos el día, ofrecemos nuestras obras y suplicamos la forma interior de la Virgen María y su especial unión con el Señor.

Repasémoslas y volvamos a pedir.

En las Laudes, rezábamos:

"Hermanos: En estas primeras horas del día del Pilar, alabemos a Dios e invoquemos su misericordia; ofrezcamos al Señor nuestras obras y digamos todos: Escúchanos, Señor.
 
Tú elegiste a la Virgen María como santa morada para tu Hijo; haz de nosotros el templo de tu Espíritu.

Padre de sabiduría, a ejemplo de María, que guardaba en su corazón los gestos y las palabras de Jesús, concédenos saber guardar tu palabra en un corazón puro.

lunes, 10 de octubre de 2011

Eucaristía y sufrimiento personal (De Lubac)

La Eucaristía nos incorpora a la unidad de la Iglesia y el contenido último de la Eucaristía es la unidad de la Iglesia. En la Eucaristía hallamos el ancla que nos permite permanecer en la Iglesia cuando las tormentas y tempestades zarandean la barca de nuestra vida, haciendo que por nada del mundo nos apartemos de la Iglesia, o nos desviemos, aunque muchas cosas del tejido humano de la Iglesia misma nos esté provocando daño, decepción o incluso persecución.

La obra "Catolicismo", de Henri de Lubac, escrita años antes de sus pruebas y silencio impuesto por determinados superiores de la Compañía (a partir de 1950), sin condena formal de nadie, muestra la categoría espiritual de De Lubac, por la que luego podemos entender la forma sufriente, sosegada y silenciosa al ser considerado sospechoso. Ya aquí habla del necesario sufrimiento para edificar la Iglesia y crear la unidad. Después de explicar que el grano de trigo debe ser enterrado y pudrirse en tierra para ser fecundo, y que luego debe ser triturado en el molino y amasado para formar el pan que será el Cuerpo, dirá:
"Hay que notar el papel esencial que, a este fin, juega el sufrimiento. Es el crisol de la unidad. El que no quiere quedar solitario debe aceptar el ser triturado. ¿No es la Eucaristía, por lo demás, el Memorial de la Pasión? Era natural que los granos de trigo de que está hecho el pan de la Ofrenda fueran relacionados con ese otro grano del que dijo el Salvador que si caía en tierra y moría, llevaría el ciento por uno. La maravillosa fecundidad de ese Grano divino, que queda en el seno de la tierra hasta el tercer día ¿no consiste en una multiplicación que perpetuamente retorna a la unidad?” (Catolicismo, p. 69s).

domingo, 9 de octubre de 2011

Palabras a los sacerdotes sobre la confesión

Supongo que a todos nos ha pasado más de una vez: leer en el tablón de anuncios el horario de Misas en la parroquia y, abajo, "confesiones media hora antes de la Misa". ¿Sí? Luego va uno a confesar y allí no hay nadie un día tras otro. Entonces hay que ir al despacho parroquial y pedir si puedes confesar, a veces, con un montón de personas delante que están charlando y haciendo compañía al sacerdote.

Al comenzar un nuevo curso, un gran propósito de todo "programa pastoral" sería la normalidad de que el sacerdote esa media hora diaria antes de cada Misa se vaya al confesionario, se siente allí y espere, como el padre de la parábola, a ver venir de lejos al hijo pródigo y recibirlo. ¡Si es que es muy simple! Porque a veces se puede dedicar tiempo a cosas menos importantes o incluso superfluas y cosas realmente importantes, que implican celo y espíritu sacerdotales, esas se dejan.

Así me encuentro con unas palabras de Juan Pablo II claras, contundentes, que no agradarán a algunos:

"A vosotros sacerdotes, como ministros de la reconciliación, os exhorto a cobrar un renovado aprecio por la celebración de este sacramento, en el que Jesús se vale de vosotros para llegar a lo más íntimo del corazón. No dejéis de estudiar y orar a fin de estar a la altura del ministerio de la pacificación del hombre con Dios, facultad tan inaudita, que hizo exclamar con estupor: “¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?” (Mc 2, 7). Por esto, os pido que estéis siempre disponibles. No escatiméis el tiempo de vuestra dedicación a administrar este sacramento y a guiar a los fieles por el camino de la perfección. Pensad que Dios está siempre a la espera del hijo que vuelve a casa para ser perdonado y reconciliado por medio de vosotros. Y que vuestra misma experiencia de acercaros personalmente a este sacramento sea el mejor estímulo para vuestra dedicación pastoral, y un motivo ulterior para vivir continuamente vuestro “gozo pascual”" (Discurso a los sacerdotes y religiosos, Montevideo (Uruguay), 31-marzo-1987).

sábado, 8 de octubre de 2011

Tareas de un estudiante en la Universidad

Un estudiante católico en la Universidad debe tener presente que se está labrando, ante todo, como persona: crece, se forjan las virtudes cristianas, y en el ámbito intelectual, se enriquece su conocimiento intelectual con nuevas perspectivas... Pero al hablar de lo intelectual, no podemos ceñirnos simplemente a un temario, unos libros y unos exámenes: sino a la dimensión más profunda del hombre que quiere conocer. Limitarse a los mínimos (aprobar unos exámenes, cumplir unos créditos), es privar a la inteligencia de su alimento y al espíritu de su necesidad de conocer.

Quien esté en la Universidad, ha de poner en juego, movido por la fe, todos los recursos para que su intelecto conozca y comprenda la realidad, y cuanto más estudie y profundice, podrá ir conociendo y contemplando la Verdad. Un católico en la Universidad debe llevar como sello distintivo el deseo de conocer y profundizarlo todo.
Inmersos en estos años de estudio en el mundo del conocimiento, estáis llamados a invertir vuestros mejores recursos, no sólo intelectuales, para consolidar vuestra personalidad y para contribuir al bien común. Trabajar para el desarrollo del conocimiento es la vocación específica de la Universidad, y requiere cualidades morales y espirituales cada vez más elevadas frente a la vastedad y la complejidad del saber que la humanidad tiene a su disposición. La nueva síntesis cultural, que en estos momentos se está elaborando en Europa y en el mundo globalizado, tiene necesidad de la aportación de intelectuales capaces de volver a proponer en las aulas académicas el mensaje sobre Dios, o mejor dicho, de hacer renacer ese deseo del hombre de buscar a Dios --"quarere Deum"-- al que me he referido en otras ocasiones (Benedicto XVI, audiencia a los participantes del primer Encuentro Europeo de Estudiantes Universitarios promovido por la comisión Catequesis-Escuela-Universidad del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, 11-julio-2009).
Pero para conocer más y mejor guiados por la luz de la fe, se requieren cualidades morales y espirituales. Es necesario firmeza y constancia en el carácter para dedicar horas de estudio diariamente (aunque no haya una urgencia inmediata: un trabajo que entregar o un examen, por ejemplo); requiere paciencia y perseverancia... y sobre todo el aspecto vocacional de quien se prepara lo más y mejor posible para ponerse luego al servicio del Señor allí donde Cristo lo quiera situar en la sociedad humana.


viernes, 7 de octubre de 2011

Brilla el misterio de la Cruz (VII)

"La Cruz de Cristo,
que ha sido colocada para salvación de los mortales,
es, a la vez,
Misterio y ejemplo.
Misterio, en cuanto que la fuerza de Dios
despliega toda su potencialidad por medio de la Cruz;
ejemplo,
en cuanto que la Cruz enciende en el hombre
la voluntad de entrega"

(S. León Magno, Serm. 72,1).

jueves, 6 de octubre de 2011

Lo que fue y lo que no existió (Concilio Vaticano II)

Sin entrar en polémicas estériles, ni meras discusiones tan en boga hoy a veces en los medios católicos, vamos a limitarnos al campo propio de este blog, que es el de la formación catequética. En esta ocasión, para precisar algunos puntos o elementos sobre el Concilio ecuménico Vaticano II (1962-1965).


"Lo que fue": fue un Concilio y por tanto Magisterio de la Iglesia que pide el asentimiento religioso y obsequioso de la fe, la obediencia. Para ello, es imprescindible conocerlo, leer sus 4 Constituciones, sus decretos y declaraciones, porque son la enseñanza de la Iglesia y la ruta hoy para que la sigamos. Muchos sínodos después han ido perfilando y ahondando, desglosando la doctrina conciliar: laicado, presbíteros, religiosos, Palabra, etc., plasmados luego en exhortaciones apostólicas post-sinodales.

"Lo que fue": un Concilio, y un Concilio es, al final, sus documentos. No son impresiones particulares ni la explosión afectiva e impactante del momento. El Concilio es aquello que hoy son sus documentos. ¿Leídos? Yo creo que no... simplemente aludidos, pero nunca trabajados a fondo. Hay un cuerpo doctrinal válido que necesitamos conocer y asimilar.

martes, 4 de octubre de 2011

Lo que los hijos ven y aprenden

La educación pasa por el clima familiar; allí importa lo que se ve, lo que se palpa, el ambiente familiar, las actitudes y comportamientos de unos con otros... e importa más que las propias palabras, ya que a veces se pretende educar a los hijos diciéndoles lo que hay que hacer y lo que no, y, sin embargo, el niño no halla el refuerzo de esas palabras con lo que se ve en el hogar.


Por ejemplo, es fácil que los padres les digan a los niños que "vayan a Misa", sobre todo cuando están en catequesis para la primera comunión. El niño obedecerá e irá a Misa, pero no ha sido educado en ir a la Misa; lo que le hubiera educado sería ver a sus padres que van siempre, cada domingo, con mucha naturalidad, y él participaría de lo que está viviendo.

El ejemplo siempre arrastra más que las palabras. Y lo que se ven no son las palabras, sino el ejemplo de vida.


lunes, 3 de octubre de 2011

El canto litúrgico: crear conciencia de su belleza

Un gran cuidado y un delicado sentido litúrgico y artístico debe mover a la Iglesia en su música, por su calidad artística, por su letra, por su fin, y son áreas que necesitan un cultivo asiduo:

    Los compositores verdaderamente cristianos deben sentirse llamados a cultivarla música sacra y a acrecentar su tesoro.
    Compongan obras que presenten las características de verdadera música sacra y que no sólo pueden ser cantadas por las mayores scholae cantorum, sino que también estén al alcance de los coros más modestos y fomenten la participación activa de toda la asamblea de los fieles.
    Los textos, destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica, más aún, deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas (SC 121).
    
El convencimiento que de fondo sostiene a la Iglesia es que la belleza auténtica es expresión de lo divino y camino hacia Dios y por tanto la música, cuando es verdadera, es belleza. No sin motivo la Iglesia favoreció el desarrollo de las artes y la Iglesia, creadora de cultura, sigue estimando la belleza musical (y reclamándola hoy para su liturgia). Las palabras de Pablo VI sirven para ilustrar el aprecio por la música:

Estamos muy agradecidos a todos los artistas. Quisiéramos poder expresar con palabras más sublimes y sentimientos más elevados nuestro agradecimiento y admiración. Saquemos de este momento de interrupción –diría yo- de nuestras ocupaciones ese sentimiento de ansia casi, de deseo de superar y trascender la visión del mundo en que vivimos, que es visión de sufrimientos y de fatiga, perturbado por tantos problemas. Pero sobre todo ello flota lo que la Iglesia nos ha ofrecido y estos artistas han interpretado tan magistralmente, es decir, la capacidad de levantarse hasta la belleza del arte, o, mejor aún, a la trascendencia de la oración (Palabras después de un concierto, 17-junio-1978) .

domingo, 2 de octubre de 2011

Pensamientos de San Agustín (V)

Continuamos con las palabras iluminadoras de san Agustín, gracias al trabajo de Miserere.

Nos ponemos como discípulos a la escucha de un gran maestro y suplicamos la ayuda del verdadero Maestro interior para que lo aquello que vayamos leyendo, cale en nuestro corazón sedimentándose e ilumine nuestra inteligencia con principios de vida.


Sobre la parábola de la cizaña se ha escrito mucho porque mucha es su densidad y, siempre, resulta actual. En primer lugar, siempre habrá cizaña; en segundo lugar, hemos de padecerla con paciencia; en tercer lugar, hemos de vigilar para no ser nosotros la cizaña que crea división en la Iglesia (cerrados en sí mismos, grupos cismáticos en el fondo aunque no en la forma) y entorpece lo mucho bueno que sigue creciendo en la Iglesia.
Vivid como las espigas en medio de la cizaña; sufrid las tribulaciones de este mundo como granos en la era. Llegará el aventador; nadie se constituya en este tiempo en divisor permanente (San Agustín. Sermón 392,5.)