domingo, 30 de agosto de 2015

Ungidos en el Ungido

"Como ungüento perfumado que baja por la barba de Aarón hasta la franja de su ornamento" (Sal 132).

Era el ritual de consagración sacerdotal en el Antiguo Testamento: derramar aceite perfumado en abundancia desde la cabeza de manera que cayera ungiendo todo el cuerpo. Visualmente, es una escena clara y simbólica.


El salmo 44, que habla figurada y proféticamente de Cristo, también cantará la unción del rey: "el Señor tu Dios te ha ungido, con aceite de júbilo".

La unción es el signo de consagración de sacerdotes, de reyes así como de profetas. El aceite derramado que todo lo impregna y que es absorbido por la piel, muestra cómo el Espíritu Santo llena e invade a la persona, dejándola marcada, sellada, para siempre.

sábado, 29 de agosto de 2015

Plegaria: Cristo, verdadero David, ante Goliat

Usando el método patrístico, san Juan de Ávila ve en el pequeño David a nuestro Señor Jesucristo, y en Goliat al pecado, al demonio, que es vencido por la sencillez del Señor en su carne humana.

Nosotros somos librados del pecado por el combate de Cristo, en el cual Él sale vencedor. Dios adiestró las manos de Jesús para el combate, sus dedos para la pelea (cf. Sal 143).


Nada parecía suponer la victoria. Incluso Goliat se burla del pequeño David y se siente ofendido. Pero será el verdadero David, Jesucristo, quien venza.

Oremos y contemplemos.



Cristo nuevo David frente a Goliat


            [Jesucristo] tomando las armas de nuestra bajeza, vistiéndose de carne humana, que, aunque limpia de todo pecado, fue semejante a la carne de pecado (Rm 8,3), pues estuvo sujeta a los sufrimientos y a la muerte que metió el pecado en el mundo.

            Y con estos sufrimientos y la muerte, que tomó sobre sí sin estar obligado, venció y destruyó nuestros pecados, destruidos los cuales, se destruyen los sufrimientos y la muerte, que entraron por ellos; como si uno pegase fuego al tronco de un árbol con las mismas ramas del árbol, y así quemase el tronco y las ramas.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Magisterio: sobre la evangelización (XXX)

Es abundante el magisterio pontificio contemporáneo referido a la evangelización y a la nueva evangelización. Tal abundancia revela la urgencia de esta tarea que responde a la vida y misión de la Iglesia, así como a la situación del mundo hoy, en "apostasía silenciosa", como algunos autores la definen.


Evangelizar es la misión y la vida de la Iglesia. Y evangelizar es anunciar a todos a Jesucristo como Señor y Salvador. "Todos deben recordar que el núcleo vital de la nueva evangelización ha de ser el anuncio claro e inequívoco de la persona de Jesucristo, es decir, el anuncio de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino que Él nos ha conquistado a través de su misterio pascual" (Juan Pablo II, Exh. Ecclesia in America, 66).

La evangelización es algo específico y propio: llevar el evangelio, anunciar a Jesucristo, edificar la Iglesia con nuevas comunidades y nuevos miembros que se agregan a este organismo sobrenatural. Otras muchas tareas son complementarias, o se derivan de la misma evangelización, pero no se confunden con ella (tareas, por ejemplo, de caridad y promoción humana, de carácter asistencial, etc.).

La evangelización tiene por centro a Jesucristo provocando la respueta de fe a su Persona.

lunes, 24 de agosto de 2015

Año jubilar teresiano



            Las efemérides son fechas señaladas y significativas; los aniversarios, ocasión de festejos. En este caso, el 5º centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús un 28 de marzo de 1515, en el siglo doña Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada. La Iglesia de Dios, especialmente la Iglesia en España, lo celebra de modo particular, al ser hija suya, y eleva su acción de gracias a Dios.



            Ya estamos acostumbrados a muchos aniversarios, “años de”, o “día de”, tanto en el calendario civil[1] como en el calendario eclesiástico[2]. Parecería que la vida cotidiana de la Iglesia (la santificación, la evangelización y la catequesis, la caridad, la vida de santidad) fuese monótona y necesitase los estímulos de “Años” y “Jornadas”, siendo cada año un “Año de”. Pero, probablemente, la multiplicación de este tipo de “Días”, “Jornadas” y “Años” sea causa de poca eficacia e incidencia. De ese peligro no está exento el Año jubilar teresiano.

            Junto al carácter festivo de una fecha así, con sus actos propios (peregrinaciones, exposiciones, etc.), viene también el deseo de dar a conocer su figura y profundizar en el legado teresiano que está muy vigente para las necesidades de la Iglesia hoy y de los católicos en el siglo XXI: ¡enseñar a conocer a santa Teresa de Jesús, provocar una nueva oleada de discípulos del magisterio teresiano! Es decir, ser interpelados, provocados, por Teresa de Jesús y su enseñanza; y es que su vida es un monumento a las misericordias del Señor, un himno a la Gracia de Dios que la condujo constantemente, definiendo en ella etapas de ruptura y crecimiento.

sábado, 22 de agosto de 2015

Santidad matrimonial (Palabras sobre la santidad - XVI)

Como la santidad es una vocación universal que corresponde a todo bautizado, el matrimonio y la familia (¡Iglesia doméstica!) está llamada a la santidad y, en sí mismo, es un camino de santidad.


Quien imagine la santidad exclusivamente como la vida de los anacoretas y monjes, apartados del mundo, se equivoca. Ese será el camino de quienes han sido llamados a la soledad del eremitorio o del monasterio. Pero quienes han sido llamados al matrimonio y construyen una familia, están igualmente llamados a la santidad, pero con el peculiar estilo de su propio estado de vida. Serán santos en la medida en que su matrimonio sea santo, vivido sobrenaturalmente; serán santos en la medida en que su familia sea una Iglesia doméstica donde Cristo reine.

El matrimonio y la familia son un camino de santidad apto y válido mientras se recorra conscientes de esa vocación y viviendo la gracia que dimana del Sacramento mismo del Matrimonio.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Las inclinaciones, modos de participar en la liturgia


            Prosiguiendo con los gestos y posturas corporales, veremos cómo su variedad permiten expresar en cada momento los sentimientos interiores, el afecto y la devoción, celebrando la liturgia. El cuerpo se expresa en la liturgia a la vez que permite crear disposiciones internas para un culto verdadero.

            Así, participar es estar de pie, sentados, de rodillas… según lo requiere cada parte de la liturgia. Esta participación es sencilla e implica estar atentos y conscientes en la celebración litúrgica, buscando además la unidad en gestos, posturas, palabras y oraciones de todo el pueblo cristiano.

            Veamos y conozcamos las inclinaciones en la liturgia.

            La liturgia lleva al hombre a inclinarse ante Dios, reconociéndole y adorándole. No es la postura erguida, de dura cerviz que le cuesta inclinarse ante Dios, sino la del hombre que se inclina, que adora, que se hace pequeño porque él mismo es pequeño ante la grandeza de Dios.

            Es, pues, un modo de adorar al Señor. El criado de Abraham, al encontrar a Rebeca, “se inclinó en señal de adoración al Señor” (Gn 24,26). Los levitas, a petición del rey Ezequías alabaron al Señor con canciones de David, “lo hicieron con júbilo; se inclinaron y adoraron” (2Cron 29,30).

            Es también un modo reverente de saludar a alguien superior o más importante, o simplemente una deferencia cortés, como Abraham ante los hititas para dirigirles su discurso (Gn 23,7) o los hijos de Jacob ante José en Egipto que “se inclinaron respetuosamente” (Gn 43,28). Betsabé saluda al rey David inclinándose ante él y luego postrándose (cf. 1R 1,16) y Betsabé es saludada con una inclinación por su hijo el rey Salomón (1R 2,19). Ya aconseja el Eclesiástico: “Hazte amar por la asamblea, y ante un grande baja la cabeza” (Eclo 4,7).

            Inclinarse es siempre signo de condescendencia, de bondad. Dios mismo se inclina hacia el hombre que le grita en el peligro: “Inclinó el cielo y bajó, con nubarrones debajo de sus pies” (Sal 17,10); “él se inclinó y escuchó mi grito” (Sal 39,2). Dios se inclina, como una madre hacia su pequeño, cuidando a Israel: “fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné hacia él para darle de comer” (Os 11,4).

lunes, 17 de agosto de 2015

El ideal sacerdotal

Precioso, difícil, sublime:

"Un sacerdote debe ser al mismo tiempo pequeño y grande, noble de espíritu, como de sangre real; 
sencillo y espontáneo, como de raíz campesina; 
héroe en la conquista de sí mismo, 
hombre que se ha batido con Dios, 
fuente de santificación,
pecador al que Dios ha perdonado,
soberano de sus deseos,
servidor de los tímidos y de los débiles, 
que no se arredra delante de los poderosos y se inclina en cambio delante de los pobres, 
discípulo de su Señor,
jefe de su rebaño,
mendigo de manos extremadamente abiertas,
portador de innumerables dones,
hombre en el campo de batalla,
madre para confortar a los enfermos, 
con la sabiduría de la edad y el abandono de un niño,
en tensión hacia la altura y con los pies en el suelo,
hecho para la alegría, 
experto en sufrimientos,
distanciado de toda clase de envidia, 
previsor, 
que habla con franqueza,
amigo de la paz,
enemigo de la inercia, 
siempre fiel...
¡Tan diferente de mí!" (Manuscrito medieval encontrado en Salisbury).

miércoles, 12 de agosto de 2015

Hallar un sentido al sufrimiento

Un hombre que sabe a dónde va y se ha trazado una meta, no teme los sufrimientos que se le presentan porque el fin es apetecible para él. Ese sufrimiento tiene un sentido en este camino. Las dificultades que se presentan para alcanzar algo deseable eran previsibles y se asumen, se integran en el recorrido. Lo duro y difícil es sufrir sin saber porqué, sin sentido.


“Y yo me atrevería a decir que no hay nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como el hecho de saber que la vida tiene un sentido. Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice: «Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo»" (Viktor Frankl).
El Espíritu Santo nos infunde el don de ciencia que nos permite conocer de modo sobrenatural, con una visión distinta, una visión de fe que siempre es más completa, de toda la realidad. Ello incluye el sufrimiento que vivimos.

lunes, 10 de agosto de 2015

Pensamientos de san Agustín (XXXIII)

El mal y el pecado son realidades, no ficciones de la imaginación o hipótesis de trabajo. Los palpamos, los sufrimos y los cometemos a su vez. 

La iniquidad campa por sus anchas. Y frente al misterio de la iniquidad, brillará el Misterio de la piedad, de la condescendencia de Dios. Pero para conocer la iniquidad, no hace falta que vayamos ni muy lejos ni muy alto... únicamente hace falta entrar en lo interior.

En el corazón del hombre, en mayor o menor medida, la concupiscencia existe y arrastra; la tentación hace caer. Cometemos el mal y dejamos el bien. 

"Es absolutamente cierto, hermanos, que o matas la iniquidad o la iniquidad te mata a ti. Pero no pretendas matar la iniquidad como a algo que está fuera de ti. Mírate a ti mismo y ve que lucha contigo en tu interior y evita el ser vencido por la iniquidad, que es tu enemigo si no le diste muerte en ti. De ti procede, y tu alma, no otra cosa, guerrea contra ti" (San Agustín, Enar. in Ps. 63,9).


sábado, 8 de agosto de 2015

Santo Domingo, orante

La oración en Santo Domingo de Guzmán tiene sus propias peculiaridades, sus matices. La oración lejos de ser un camino rígido, uniforme, del mismo modo y método para todos, es un camino que Dios prepara para cada uno y por el cual el Espíritu Santo va conduciendo.


El corazón de Santo Domingo es un corazón lleno de misericordia y compasión, y el celo por el Evangelio le consume incluso en su oración personal. Su oración es apostólica. Los testigos declaran en el proceso de canonización los gemidos que en la oración de Domingo se oyen: "¡Señor, compadécete de tu pueblo! ¿Qué va a ser de los pecadores?"

Esa era su preocupación. Ve las almas perdidas, enrededas en la superstición, la ignorancia y la herejía. Ve las almas que han abandonado la Iglesia, la Católica, y han encontrado un refugio en las sectas cátaras y valdenses a las que ven exteriormente como más fieles al Evangelio, más radicales, más perfectas.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Sobre la Iglesia (I)

La voz, la enseñanza y la reflexión de los grandes, podrán ser matizadas pero, desde luego, nunca pasan de moda, conservando el sabor de lo verdadero.

Cuando nuestras torpes palabras se quieren erigir como discursos que tapen lo que los verdaderos maestros ya han dicho, mostramos una ignorancia grande: pensamos que lo anterior no sirve y hay que partir de cero, o pensamos con atrevimiento que nosotros diremos mejor las cosas, con más claridad y convicción. ¡Craso error! Ellos fueron maestros y nosotros simplemente somos ahora aprendices.

Entre los maestros, podemos destacar a Romano Guardini, en pleno siglo XX. El tema será la Iglesia porque necesitamos entenderla en su verdad y misterio, uniendo los aspectos contrarios y distintos, creciendo en su comprensión y abrazándola con amor.

Los escritos de Guardini sobre la Iglesia van a ser una guía segura y cierta. Su lectura alegrará el alma e iluminará la inteligencia.

"Se ha hecho presente un acontecimiento religioso de enorme trascendencia: la Iglesia despierta en las almas.

Esto debe ser entendido correctamente. Es cierto que la Iglesia ha existido siempre y en todo momento ha significado algo decisivo para el creyente. Éste recibió de ella su doctrina y cumplió sus preceptos; la solidez de su ser constituía para él amparo y seguridad. Pero, desde finales de la Edad Media, el despliegue de lo individual alcanzó un cierto nivel, lo cual hizo que la Iglesia ya no fuese experimentada como contenido de la auténtica vida espiritual. El creyente vivía en la Iglesia y era dirigido por ella, pero vivía la Iglesia cada vez menos. La auténtica vida espiritual aparentemente del creyente se inclinaba cada vez más hacia el lado de lo individual. La Iglesia era experimentada como limitativa de este ámbito, quizás, a menudo, como algo opuesto a él; en todo caso, como algo que limitaba lo individual y, por consiguiente, lo verdaderamente espiritual. Según fuese la sensibilidad de cada uno, aparecía esta instancia objetiva como beneficiosa, como inevitable o como agobiante.

lunes, 3 de agosto de 2015

Lo que esperamos de la Santa Misa (y V)

Terminamos un recorrido de catequesis sobre los efectos sacramentales del sacrificio eucarístico, basándonos exclusivamente en lo que los mismos textos litúrgicos rezan.

Las oraciones sobre las ofrendas, con su brevedad, tan característica del rito romano, orientan a los fieles para vivir el Misterio eucarístico en su plenitud.





5. Vida cristiana plena        

Entre los efectos por los que ruegan las distintas oraciones sobre las ofrendas, podríamos reseñar el de obtener una vida cristiana plena.

El organismo sobrenatural de la gracia en nosotros, que se nos dio en el Bautismo y se selló y perfeccionó en la Confirmación, debe desplegarse por completo en nosotros, renovándonos en Cristo, haciendo crecer el Hombre nuevo, creciendo a la medida de Cristo en su plenitud (cf. Ef 4,13).

sábado, 1 de agosto de 2015

Personas o papeles

Los papeles son necesarios para plasmar algo y que quede definitivamente acordado. Expresan el acuerdo y uno se remite a ellos para saber las directrices concretadas, incluso se firman, comprometiéndose a seguirlos. También en el ámbito de la evangelización, "los papeles" son importantes, es decir, los planes pastorales que marcan rumbos, señalan prioridades y se especifican los medios para lograrlos.

Los planes pastorales -nacionales, diocesanos u otros- coordinan de manera que se logren acciones comunes y por el esfuerzo aunado de todos, se avance en una misma dirección sin dispersión de fuerzas.

Pero los planes pastorales, que son herramientas, no son ni la solución ni la panacea para la evangelización y para la vida pastoral de las parroquias, comunidades y movimientos. Son una guía, una orientación eficaz, pero por sí mismos y en sí mismos, de poco servirán si personas concretas, viviendo una experiencia absoluta de Jesucristo no los ponen en marcha.

Además, como herramientas que son, hay que darles su justo valor. La solución no está siempre en cambiar los planes pastorales, con un afán de novedades, sino en centrarse por completo en Jesucristo. Las palabras del papa Juan Pablo II son rotundas: